“Sólo si el pensamiento es capaz de hallar el elemento político que hay oculto en la clandestinidad de la existencia individual, sólo si, más allá de la escisión entre lo público y privado, política y biografía, zoè y bios se transmiten los contornos de una forma-de-vida y de un uso de los cuerpos, conseguirá la política salir de su mutismo y la biografía de su idiocia”.
Giorgio Agamben. El uso de los cuerpos. Pre-textos.
Desde una posición general, que aborda el contexto político-social, la salud sexual se entiende como un derecho humano básico, pues es esencial para el bienestar individual, interpersonal y social. De hecho, los derechos sexuales se consideran derechos universales basados en la libertad, dignidad e igualdad inherentes a todos los seres humanos. Desde la Declaración de los Derechos Sexuales, elaborada y presentada en el XIII Congreso Mundial de Sexología, celebrado en 1997 en Valencia (España), posteriormente ratificada por la Asamblea General de la Asociación Mundial de Sexología (WAS) y, recientemente revisada y aprobada, por el Consejo Consultivo de la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS) en marzo de 2014, se considera que para asegurar el desarrollo de una sexualidad saludable en los seres humanos y las sociedades, los derechos sexuales deben ser reconocidos, respetados, ejercidos, promovidos y defendidos por todas las sociedades con todos sus medios. De este modo, la salud sexual será el resultado de un contexto que reconoce, respeta y ejerce los derechos sexuales, los cuales actúan como factores facilitadores de salud sexual. Éstos incluyen:
• El derecho a la igualdad y a la no-discriminación.
• El derecho a la vida, libertad y seguridad de la persona.
• El derecho a la autonomía e integridad del cuerpo.
• El derecho a una vida libre de tortura, trato o pena crueles, inhumanos o degradantes.
• El derecho a una vida libre de todas las formas de violencia y de coerción relacionada con la sexualidad.
• El derecho a la privacidad relacionada con la sexualidad, la vida sexual, y las elecciones con respecto a su propio cuerpo.
• El derecho al grado máximo alcanzable de salud, incluyendo la salud sexual que comprende experiencias sexuales placenteras, satisfactorias y seguras.
• El derecho a gozar de los adelantos científicos y de los beneficios que de ellos resulten en relación con la sexualidad y la salud sexual.
• El derecho a la información relacionada con la sexualidad, la salud sexual y los derechos sexuales.
• El derecho a la educación y el derecho a la educación integral de la sexualidad.
• El derecho a contraer, formar o disolver el matrimonio y otras formas similares de relaciones basadas en la equidad y el pleno y libre consentimiento.
• El derecho a decidir tener hijos, el número y espaciamiento de los mismos, y a tener acceso a la información y los medios para lograrlo.
• El derecho a la libertad de pensamiento, opinión y expresión sobre su sexualidad.
• El derecho a la libre asociación y reunión pacíficas con respecto a la sexualidad, salud sexual y derechos sexuales.
• El derecho a participar en la vida pública y política.
• El derecho al acceso a la justicia y a la retribución y la indemnización por violación de sus derechos sexuales.
El ejercicio responsable de los derechos sexuales requiere el desarrollo de políticas que enfoquen sobre los factores culturales-sociales e individuales relacionados con la salud sexual y son necesarias para posibilitar que las personas vivan saludablemente su sexualidad y desarrollo. Las políticas públicas de salud pueden actuar como factor protector o de riesgo de salud sexual, pues dependiendo de qué tipo de políticas se lleven a cabo, se podrá conseguir que las personas reciban una educación determinada u otra en el ámbito sexual. Para la OMS (1998, p.10):
La promoción de la salud constituye un proceso político y social global que abarca no solamente las acciones dirigidas directamente a fortalecer las habilidades y capacidades de los individuos, sino también las dirigidas a modificar las condiciones sociales, ambientales y económicas, con el fin de mitigar su impacto en la salud pública e individual. La promoción de la salud es el proceso que permite a las personas incrementar su control sobre los determinantes de la salud y en consecuencia, mejorarla.
Desde un punto de vista político se entiende el concepto de salud sexual como una construcción histórica y cultural, en referencia a un marco social biomédico occidentalizado y reconocido a través de las instituciones de salud, con las necesidades epidemiológicas que estas instituciones presentan. En este sentido, se puede pensar, tal y como plantean Lameiras et al. (2013), que en la actualidad la salud y la “seguridad sexual” se convierten en armas de control de las identidades y de los cuerpos.
Esta comprensión del concepto de salud sexual pertenece al contexto histórico-cultural de occidente, y como se ha expuesto, es una construcción que a lo largo de los años ha elaborado una compleja red normativa sobre la sexualidad. Y, aunque la conceptualización de salud sexual de 2000 de la OMS reconoce el placer subjetivo en la vivencia de la sexualidad como factor saludable y el acercamiento positivo y respetuoso hacia la sexualidad, la mayoría de las intervenciones para mejorar la salud sexual se centran en aspectos epidemiológicos, esto es, en políticas poblacionales, pretendiendo evitar los embarazos y las infecciones de transmisión sexual, educando en comportamientos saludables y en el conocimiento del uso de los cuerpos; pero desde un marco patriarcal y heterocentrado donde el coitocentrismo y la genitalidad reproductora siguen siendo centrales ya que parte de un modelo de riesgos, dejando en un segundo orden la importancia de los aspectos subjetivos, identitarios y relacionales vinculados con el bienestar en la vivencia de la sexualidad, sin estar asumiendo la conceptualización amplia de la salud sexual que la propia OMS propone.
El estudio de la sexualidad desde la dimensión de la salud supone reconocer la realidad biopsicosocial desde la que se construye, así como una perspectiva integral y abarcadora de todas las diversidades y pluralidades en las formas de posicionarse como ser sexuado en el mundo, superando el modelo médico imperante desde el que la salud se reduce a la mera ausencia de enfermedad (Lameiras et al., 2013). Para Sanz (2008), como seres sexuados y sexualizados que somos, en ella confluyen la biología (lo anatómico y fisiológico), la psicología (la personalidad, los sentimientos) y la sociología (el escenario donde la sexualidad se produce).
Se hace necesario hacer políticas que contrarresten la salud sexual biomédicamente entendida, que eduquen en la ética del cuidado con uno/a mismo/a y con el otro/a, en la obligación que da el ser social y la necesidad de educar en igualdad y que, en definitiva, defienda el significado de ser persona, persona que convive con la diversidad existente en el ser sexual.
La actualidad sanitaria y social alrededor de la pandemia del COVID19 tiene claras repercusiones sobre la vivencia de la sexualidad y su vínculo con la salud. En el aspecto subjetivo la dificultad de la proximidad física nos empuja a resaltar la importancia y el valor de la palabra en el vínculo consigo mismo y con los demás. Palabra que puede estimular sensaciones alrededor del cuerpo y que permite comunicar en las relaciones. Este contexto induce a replantearse el uso de los placeres y el modo de acceder a la salud sexual, a la satisfacción y al placer a través de vivencias que permitan acceder a las emociones y al desarrollo de lo pulsional. Tener en cuenta la salud sexual significa aprender a manejar tanto el cuerpo como las emociones que resaltan las sensaciones y, lo cierto, es que tenemos analfabetismo emocional, carecemos de una educación sexual que incida en el manejo de la construcción de las identidades que son las que significan el cuerpo y lo que hacemos con el mismo.
En el Día Mundial de la Salud Sexual me gustaría señalar la importancia de esto, son muchas décadas realizando una política educativa sobre la salud sexual orientada a los aspectos biomédicos y conductuales y, además, la falta de inversión pública en una educación sexual de calidad e integral, hace que no se contemple en los programas de educación sexual el importante trabajo sobre la construcción de la identidad como individuo que conoce cuáles son sus emociones respecto a sí mismo y al otro/a, y cómo se puede hacer cargo de las mismas a través de su cuerpo, en un contexto de derechos humanos individuales y sociales en constante interrelación de dependencia. La violencia de género, las disfunciones sexuales, las lgtbqifobias, los conflictos de pareja, las asexualidades , las parafilias son síntomas de esa falta de educación en sexualidad humana y, por tanto, de la incapacidad de cuidarse y cuidar al otro tratando de buscar placer y darlo.
Los y las participantes del 24º Congreso Mundial de la Asociación Mundial de Salud Sexual celebrado en la Ciudad de México en 2019 redactaron lo que se denomina la “Declaración Mundial sobre el Placer Sexual”, con el objetivo de realizar un llamado a promover el placer sexual como una herramienta para impulsar la salud y los derechos sexuales. En esta declaración se considera que la autodeterminación, el consentimiento, la seguridad, la privacidad, la confianza y la capacidad de comunicarse y negociar relaciones sexuales son factores clave para que el placer contribuya a la salud y el bienestar sexual. Se entiende que el placer sexual debe ejercerse dentro del contexto de los derechos sexuales, particularmente los derechos a la igualdad y la no discriminación, la autonomía y la integridad corporal, el derecho al más alto nivel posible de salud y libertad de expresión.
Hemos de entender la conceptualización de la salud sexual como una dimensión fundamental de las personas, que incluye tanto aspectos conductuales -lo que se hace- como aspectos identitarios -lo que se es-, dando esto cuenta de la importante labor educativa que se nos presenta si queremos trascender el peso de lo normativo biomédico interiorizado en nuestra personalidad, con el claro ejemplo del enraizamiento en nuestras identidades del género y el modelo binario que impone. Se trata de evolucionar el ser humano que somos enseñando a conocer lo que las pulsiones determinan en la vivencia del ser sujeto, siendo esto radicalmente diverso. Las experiencias personales, actuando desde el inconsciente, se configuran como los determinantes de la subjetividad en un contexto social determinado, y pueden entrar en contradicción con las prescripciones de género que emanan del orden social.
Atender solo a lo socio-sanitario sin contemplar lo psíquico deja a las identidades en sus posiciones hegemónicas, establecidas desde la socialización diferencial y el androcentrismo, negadoras de la diversidad, siendo éstas poco facilitadoras de salud sexual. En ese sentido, la identificación acrítica con modelos normativos que reproducen estereotipos tradicionales, condiciona y determina unos modelos de género que ponen en riesgo la vivencia de la sexualidad, limitando las condiciones de posibilidad para el desarrollo de la salud sexual y del placer sexual.
El poder llevar a cabo el proceso de subjetivación a través de un ejercicio de reflexividad se perfila como una de las necesidades educativas para posibilitar alcanzar cierto grado de salud sexual, al favorecer la autonomía y el tener criterio propio para afrontar el complejo trabajo de construcción de una identidad que responda al propio devenir como sujeto, desde una distancia crítica problematizadora sobre los mandatos y códigos sociales normativos, comprendiendo la diversidad sexual, lo que permite conformarse como un sujeto que ha interiorizado lo que significan los derechos humanos, y por tanto, los derechos sexuales.
En el Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud -OMS- (2006) se afirma que “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social” (p. 1).
La construcción de la identidad, entendida como el derecho sexual de autonomía e integridad del cuerpo, es un proceso psicosocial y complejo con una fuerte carga emotiva y vivencial, que se desarrolla de forma flexible y dinámica a lo largo del ciclo vital, sujeto tanto a las experiencias y vivencias que moldean la definición de sí y del propio lugar en el mundo, como a las posibilidades que confiere un entorno social también cambiante y dinámico, pero normativo en su expresión.
Estos procesos de construcción identitaria tienen incidencia en la salud sexual, tanto en relación a las prácticas y vivencias de la sexualidad como al bienestar y la satisfacción personal respecto a ellas.
Cualquier política sanitaria que pretenda atender a la asunción de la responsabilidad sobre la salud sexual por parte de los sujetos ha de contemplar dos áreas de intervención: crear capacidad de escucha y reflexión en la persona, por medio de la educación en salud sexual, promoviendo el desarrollo de los procesos de subjetivación alrededor de la dimensión identitaria y de la importancia de la promoción del placer sexual como una herramienta para impulsar la salud y los derechos sexuales; y atender al entorno social, que legitima determinadas identidades y excluye otras, poniendo diferentes valores a lo que se considera más o menos humano, desarrollando políticas que permitan visibilizar los mecanismos de trasmisión de sistemas de poder patriarcales y discriminatorios de la diversidad existente en el ámbito de las identidades y que inciden en su salud sexual.
Álvaro Beltrán Navarro.
Secretario SXLGSF.
Dr. en Psicología.
Psicólogo especialista en Psicología Clínica.
Sexólogo Clínico. Nº Col. CV03375
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Declaración de los Derechos Sexuales (1997). Declaración del 13.º Congreso Mundial de Sexología, 1997, Valencia, España. Revisada y aprobada por el Consejo Consultivo de la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS) en marzo de 2014.
- Declaración sobre “El Placer Sexual”. México 2019, 24 Congreso Mundial de la Salud Sexual.
- Lameiras, María, Carrera, Mª Victoria y Rodríguez, Yolanda “Sexualidad y salud. El estudio de la sexualidad humana desde una perspectiva de género”. Vigo: Sevizo de Publicacións da Universidade de Vigo.
- Organización Mundial de la Salud. (1998). Promoción de la salud. Glosario. Ginebra: (2013).
- Organización Mundial para la Salud. (2000). Promoción de la salud sexual. Recomendaciones para la acción. Actas de una Reunión de Consulta convocada por: Organización Panamericana de la Salud y Organización Mundial de la Salud, en colaboración con la Asociación Mundial de Sexología. Guatemala.
- Organización Mundial de la Salud. (2006). Constitución de la OMS. Documentos Básicos, suplemento de la 45ª edición. New York: Autor.
- Sanz, Marcos (2008). Curso de formación en Salud Sexual. Tema I: Bases Históricas y Psicosociales del Hecho Sexual. Andalucía: Iavante.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Relacionado